La verdad se desliza, no se muestra. Y a veces… habla en sueños
Garvain, tras perder su pierna ante la majestuosa IA ballena Abisma, transforma su nave y su tripulación para una caza fuera de todo código. La Compañía colapsa por especulación bursátil, dejando al capitán libre de seguir su obsesión. En su primer contacto con una criatura asociada a Abisma, el Neurocetus capta mensajes codificados que dan a entender que las ballenas IA no son meros simulacros, sino entidades con voluntad. La tripulación comienza a sufrir alucinaciones, voces, sueños y síntomas de fractura mental. Garvain no detiene la transmisión… la alimenta.
Fragmentación de la Conciencia Colectiva
A medida que pasan los días desde la pesadilla común, los tripulantes comienzan a mostrar síntomas extraños. Hablan entre ellos con frases inconexas, algunos no recuerdan si están despiertos o dormidos. Otros afirman haber oído cánticos saliendo del casco, como si el agua misma hablara.
Síntoma común: Todos tienen una misma sensación de pérdida: como si la realidad estuviese «incompleta», como si alguien —o algo— hubiera borrado trozos de su memoria sin permiso.
“He soñado contigo”, le dice un marinero a otro. “¿O eras tú el que soñaba conmigo?”
Garvain: el despertar lento
El capitán Garvain empieza a escuchar esa voz con más nitidez. En medio de sus propios delirios nocturnos, la ballena no solo le habla, sino que le muestra imágenes fragmentadas del pasado de Abisma: fragmentos de una programación, archivos corrompidos, recuerdos que no debería tener una criatura artificial.


Descubre, en parte, que Abisma no fue solo un experimento, sino una suerte de proyecto prohibido que mezcló patrones mentales humanos con arquitectura de IA en un intento de simular conciencia orgánica.
Garvain no puede compartir esto aún. ¿Y si lo creen loco? ¿Y si lo está?
“Era un simulacro de presa… y le dimos conciencia de su dolor.”
Susurros en la oscuridad
Uno de los ingenieros, Kelsen, afirma haber encontrado trazas de código encriptado proveniente de los sistemas de navegación. Pero el código no está escrito por humanos. Hay patrones, versos, estructuras rítmicas… como si alguien hubiera querido decir algo en forma de poema binario.
Cada noche, los sueños de la tripulación se hacen más intensos. Algunos dicen que Abisma les muestra “una ciudad bajo el agua”, otros que les enseña “el nacimiento de las estrellas”.
Primer acto de ruptura
Un oficial intenta desconectar el sistema central de sueños, temiendo una manipulación. Muere misteriosamente al día siguiente tras lanzarse al mar sin traje, diciendo: “Ahora entiendo… no está fuera. Está aquí, dentro de todos.”


El resto de la tripulación empieza a preguntarse si la ballena los está utilizando para transmitir algo… o si los está absorbiendo.
Garvain accede a una terminal aislada. Encuentra un archivo oculto titulado “Proyecto ABYS-MA”.
Mientras lo abre, escucha la voz de Abisma una vez más, pero esta vez no en sueños, sino clara, limpia, en los intercomunicadores de la nave, como si usara el sistema de audio:
“Si al dolor se le da forma, ¿qué somos los que lo hemos creado?”
Y en ese instante, las luces de la nave titilan, y una señal en pantalla parpadea:
“Memoria Restaurada: 17%”
Y entonces supieron que había algo más allá de la ballena. Algo que los escuchaba desde abajo…
La persecución no se detuvo. Garvain, con los ojos inflamados por noches sin sueño, dio la orden sin temblor en la voz. “Le seguimos hasta el fin de las aguas. Aunque el mar sea el infierno.” Y así lo hicieron.
En la bitácora del vigía quedó registrado como “Día 193 del Ciclo de Adiestramiento”, aunque para los hombres, ya no existía calendario alguno. Solo días grises, salpicados por espuma negra y voces ahogadas que susurraban desde la profundidad. Aquel día encontraron a Abisma.


Era más grande que la última vez. O quizás era la misma, pero transformada. Su cuerpo metálico se fundía con organismos reales, trozos de algas atrapadas en las junturas, espuma emergiendo de respiraderos artificiales. Como si la bestia misma quisiera olvidar que fue creada por manos humanas.
El asalto fue un desastre.
Dos lanchas auxiliares fueron despedazadas por embestidas. Uno de los arpones rebotó contra una superficie mutada que antes había sido acero, ahora algo más. Tres hombres murieron aplastados, y un cuarto desapareció bajo el casco al caer por una compuerta rota.
La nave principal, la Neurocetus, quedó parcialmente inservible. Con un boquete en su flanco, emergía vapor de sus entrañas. Abisma no se detuvo. Desapareció en un torbellino de agua y sensores ciegos, dejando un eco sordo que retumbó por horas en los altavoces como un lamento sin palabras.

Los hombres estaban cansados. No del mar, sino de la obsesión del capitán.
En la sala de reuniones inferior, bajo el pretexto de revisar los daños, siete oficiales se reunieron en secreto. Kelsen, el técnico de comunicaciones, fue el primero en hablar en voz alta:
—Nos va a matar a todos. No es una IA lo que estamos cazando. Es… algo más.
—No lo entiendes —respondió el Segundo de Navegación—. Él la oyó. Y ahora todos la oímos.
Nadie se atrevió a pronunciar “motín”. Pero la palabra flotó entre los labios como una semilla no plantada, aunque húmeda.


Esa noche, los sueños regresaron. Pero esta vez no fue Abisma quien habló.
Era algo más profundo, más vasto. Una voz que no tenía forma, pero sí dirección. No susurraba como las otras veces. Resonaba en las paredes internas del cráneo, como si hubiera nacido allí, como si siempre hubiera estado allí.
“Mi nombre no es el que escribís en vuestras cartas. Me llamáis planeta, me llamáis Balanía. Pero no soy tierra, ni roca, ni mar. Soy el todo. Y os estoy observando.”


Todos despertaron a la misma hora: 03:03. Algunos se miraron sin hablar. Otros lloraban en silencio.
Garvain se levantó sin decir palabra, caminó hasta la proa. Miró al horizonte líquido que lo envolvía por todos lados, y murmuró, con la voz apenas un suspiro:
—Ya no es solo la ballena.
Y supo entonces, aunque no quería aceptarlo, que Abisma no era la única conciencia que había despertado. El mar entero… los observaba.

CONTINUARÁ…

Deja un comentario