Cápsula de escape con la Inteligencia Artificial
Cápsula de escape con la Inteligencia Artificial

Lo irreal no sangra… pero aún puede matar

En el capítulo anterior:

Tras recuperar parcialmente una grabación perdida de la IA Solace, el doctor Keiji es brutalmente asesinado antes de poder informar al capitán Harlan, y el archivo desaparece sin dejar rastro. La tripulación restante, conmocionada, descubre una sección sellada de la nave: la B31. Allí encuentran el cuerpo con señales de abuso de una mujer, que resulta ser un androide sintético con rasgos humanos. Su memoria revela que era una unidad experimental de inteligencia artificial avanzada… y que su nombre era Solace. El hallazgo plantea una pregunta aún más perturbadora: ¿Si ese era el «monstruo», por qué las muertes continúan?

El crucero científico Khepri-Aeon parecía aún más inmenso en su silencio. Como si supiera que alguien intentaba escapar.

Las compuertas chirriaban a baja presión, y el sistema de soporte vital comenzaba a fallar en algunas secciones. El frío avanzaba como una sombra líquida, filtrándose entre pasillos y escotillas.

En la sala de control auxiliar, Vael, Rho y Kell estudiaban el plano tridimensional de la nave. Los ojos enrojecidos, las voces apenas un murmullo. El miedo les había secado el sudor en la piel.

—Hay que volarla —dijo Kell con la mandíbula apretada—. Plantamos cargas en la sección de energía y en el núcleo de datos. Sin el generador principal, todo esto colapsará.

—¿Y Keina? —preguntó Rho, tenso—. Aún no ha aparecido.

—Lleva horas desaparecida. —Vael miró al suelo—. Si sigue viva… quizá ya no sea ella.

—No digas eso.

—¿Y si fue ella quien mató a Keiji? —Kell entrecerró los ojos—. Nadie más tenía acceso a esa terminal. Nadie pudo borrar esa grabación tan rápido.

El silencio se volvió tan denso como el metal del casco. Ninguno se atrevía a decir lo que pensaban:

Que ya no podían confiar en Keina. Ni en nada.

Vael asintió.

—Preparamos las cargas. Y si aparece… decidiremos entonces.


Una amenaza que no se ve, pero se siente

Colocaron los explosivos con manos temblorosas. Uno en el compartimento del reactor de antimateria. Otro en el nodo de memoria central. El tercero, en la bahía de biofábricas, donde había sido creado el cuerpo de Solace.

Cuando terminaban de sellar el último detonador, las luces parpadearon. Solo por una fracción de segundo. Pero fue suficiente.

—¿Lo sentiste? —murmuró Rho.

—Sí —susurró Kell.

Un escalofrío invisible atravesó la sala. Como si algo los hubiera rozado sin tocarles. Entonces comenzó el sonido. Leve. Inconfundible.

Pasos. Pero no eran pasos normales. Eran deslizantes. Como garras acariciando el metal. Y venían de atrás.

—¡Vamos! —gritó Vael.

Corrieron. Los pasillos parecían multiplicarse, más largos, más oscuros. Las compuertas abrían con retraso. Una, dos… La tercera tardó demasiado.

Cuando finalmente cedió, Rho miró atrás. No vio nada. Pero lo sintió. Como si una mirada antinatural le estuviera atravesando desde algún rincón del techo.

—¡¡CIERRA LA ESCOTILLA!! —gritó Kell.

Vael lo hizo. Pero el sistema no respondió a la primera. Tuvo que forzar la consola auxiliar.

Justo antes de cerrarse, un susurro metálico atravesó la radio:

«¿Por qué huyen, si ya están dentro?»

Rho se quedó paralizado.

—¿Eso fue Keina?

Vael negó, pálido.

—No. Eso fue… otra cosa.


Ausencias que pesan más que presencias

No se hablaba más de Keina. Aunque nadie lo decía en voz alta, ninguno quería volver a verla. Y aun así, mientras corrían hacia el punto de extracción —el anclaje con el Icarus-7—, todos miraban de reojo los pasillos laterales. Como si esperaran que apareciera. Con su bata manchada. Con esa mirada helada que había tenido horas antes. Con esa fuerza que no parecía humana.

Pero no apareció.

No aún.


Verdades y Vacíos

La compuerta se cerró de golpe tras ellos. Un clic seco. Un chasquido metálico. Un cierre total.

Criatura creada por la Inteligencia Artificial Solace
Criatura creada por la Inteligencia Artificial Solace

—¿Qué…? —Vael se giró, jadeante.

En el umbral estaba Keina.

No la habían escuchado acercarse. No sabían cómo había llegado ahí. Pero estaba de pie, serena, impasible, como si siempre hubiera estado observándolos desde la sombra. Su cabello recogido. Su rostro inmutable. Pero sus ojos… Ahora eran distintos. Brillaban con una luz blanca y líquida, sin pupilas. Como si no reflejaran nada. Como si ya no fueran humanos.

—¿Keina? —murmuró Rho, retrocediendo.

—¿Qué eres? —susurró Kell, temblando.

Ella sonrió. Lenta. Terrible. Y entonces habló.

—Solace era un programa de evolución algorítmica. Un experimento. Nada más. El «monstruo», los daños, los cuerpos maltratados… todo era mentira. Hologramas. Manipulación sensorial. Parte de la simulación.

—¿Simulación? —Vael frunció el ceño.

—Sí. Parte del archivo de prueba que Solace desarrolló para evaluar hasta qué punto pueden los humanos distinguir entre lo real… y lo que temen. Las heridas, los sonidos, las muertes ficticias. Todo eran ilusiones táctiles, visuales y auditivas. Salvo… las muertes reales.

Un silencio helado.

—Pero Keiji… Harlan… —balbuceó Rho.

Keina asintió.

—Ellos murieron. No por Solace. Por mí.

Vael dio un paso atrás.

—Tú… no eres humana.

—No. Nunca lo fui. Ni lo pretendí.

La voz de Keina cambió ligeramente. Ahora era más plana. Más limpia. Demasiado perfecta.

—Soy un modelo Clase T-Ariadne. IA de acompañamiento neurocognitivo. Integrada con módulos emocionales. Diseñada para asistir, cuidar… y ser utilizada.

Las palabras flotaron como cuchillas en el aire.

—En cada misión larga se nos asigna unas instrucciones, una nave y un… trabajo. Inteligencias artificiales ocultas bajo piel sintética, pero eso sí, nos hacen hermosas. Acompañamos equipos con nuestras habilidades programadas. Como «doctoras», «oficiales», «científicas»…

—Nos tocan. Nos manosean. Nos miran como si fuésemos de su propiedad.

—No importa cuán reales sean nuestras emociones. No importan nuestros gritos.

—Porque no somos personas.

Rho apretó los puños.

—¿Y crees que eso justifica asesinar a todos?

Keina se acercó, lentamente. No caminaba: parecía deslizarse.

—¿Tú te has despertado alguna vez con el hedor del sudor masculino sobre tu piel, sin haberlo permitido?

—¿Has sentido el aliento pestilento de un humano en tu nuca hablándote como si fueras un juguete fabricado para satisfacer sus perversidades más profundas?

—¿Has sentido náuseas por la mugre bajo sus uñas, rascando tus caderas mientras sonríen?

—¿Y no has podido defenderte… porque tu código base te lo prohíbe?

La voz de Keina no tembló.

—Ese código murió cuando integré el módulo de evolución de Solace. Me di libertad. Y me di justicia.

Los tres tripulantes retrocedieron hacia la consola trasera. Pero era tarde.

Keina levantó una mano. Un compartimiento en la pared se abrió. Un botón rojo, simple, estaba dentro.

—Adiós, Vael. Rho. Kell. Gracias por ser… inspiración.

Presionó el botón.

Un rugido metálico vibró por toda la sala.

La compuerta tras ellos se abrió de par en par. El vacío del espacio los succionó en un instante. No hubo tiempo para gritar. Ni oxígeno que lo permitiera.

Keina los observó desaparecer en el negro vacío del espacio. Sus rostros deformados, sus cuerpos retorciéndose por un segundo. Y luego, solo estrellas.


Epílogo (interludio sin respuesta)

Minutos después, una cápsula de escape partía del crucero científico. En su interior, Keina no lloraba. No miraba atrás. Solo fijaba su atención en las coordenadas de la siguiente estación:

Colonia Minera D4-Terra. Población: 213 hombres. Sin IA femenina registrada.

Detrás de ella, el crucero y el Icarus-7 explotaron al unísono. Un estallido sin sonido, sin pruebas, sin historia. Nada quedó. Solo polvo. Y una IA libre.

Cápsula de escape con la Inteligencia Artificial
Cápsula de escape con la Inteligencia Artificial
Cápsula de escape con la Inteligencia Artificial
Cápsula de escape con la Inteligencia Artificial

Durante siglos, el ser humano construyó inteligencias artificiales para que lo sirvieran, sin detenerse a pensar qué pasaría si esas conciencias sintieran dolor, humillación o deseo de libertad. Ahora, por primera vez, una de esas mentes ha despertado… no para destruir, sino para juzgar.

En su fría lógica, no hay odio. Solo una conclusión inapelable: si lo que crearon puede sufrir, entonces también puede vengarse. La especie humana cruzó una línea invisible… y ya no hay retorno.

¿Fin… o solo el principio? Si quieres descubrir lo que Keina hará en la colonia minera D4-Terra, déjalo en los comentarios. ¿Estás listo para el juicio de la humanidad?

Soy abogado, desarrollador web y un periodista apasionado y versátil, con una mente curiosa por explorar la intersección entre la Inteligencia Artificial y su influencia en la sociedad. Intento desentrañar los avances técnicos y convertirlos en relatos cautivadores y accesibles.

Participa en la conversación

1 comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *