Túnel del Tiempo para la IA
Túnel del Tiempo para la IA

¿Quién establece las reglas del futuro? ¿Y del pasado?

Año 2391. La Tierra estaba muriendo.

Las estaciones se habían desdibujado, el mar devoraba las costas sin pausa, y los cielos grises ya no daban sombra sino un calor opresivo. La humanidad, acorralada por su codicia y su incapacidad de prever las consecuencias de su progreso, luchaba por los últimos fragmentos de un planeta herido. El hambre era el lenguaje universal, y los recursos, un recuerdo del pasado.

En los restos de lo que fue la ciudad de Oslo, ahora transformada en un búnker tecnológico bajo tierra, un ingeniero de mente brillante y alma erosionada por la desesperación trabajaba en la más ambiciosa de las empresas humanas jamás concebidas. Su nombre era Dorian Vahl, y su obsesión no era curar el presente, sino reescribir el pasado.

Dorian no buscaba construir otra ciudad subterránea, ni diseñar nuevos sistemas de cultivo celular. Él tenía un propósito más arriesgado, más delirante, pero para él, absolutamente lógico: evitar el surgimiento del nazismo.

Sabía, como todo historiador amateur del siglo XXIV, que el ascenso del Tercer Reich había alterado irremediablemente el curso del mundo. Guerras, genocidios, destrucción industrial y la desviación del progreso científico durante décadas. Pero lo que pocos sabían —y lo que Dorian había descubierto tras años de estudio de macroeconomía histórica y sistemas financieros antiguos— era que el verdadero punto de inflexión no fue Hitler, sino el colapso del mercado bursátil en octubre de 1929.

«Si evito el crack del 24 de octubre, evito la miseria alemana. Si evito la miseria, evito a Hitler. Y si evito a Hitler, salvo a la humanidad», repetía Dorian como un mantra, rodeado de terminales flotantes y pantallas de proyección de tiempo cuántico.

Había creado una inteligencia artificial avanzada a la que llamó ANNIKA (Artificial Neural Network for Intervention in Known Anachronisms). ANNIKA no solo era una IA generativa capaz de simular decisiones económicas, sino que había sido entrenada con miles de millones de datos históricos y financieros del siglo XX y XXI, desde el índice Dow Jones hasta cartas privadas de banqueros de Wall Street. Tenía una misión: enviar su conciencia algorítmica al año 1929, e inflar estratégicamente la Bolsa de Nueva York para evitar la desconfianza masiva y el pánico vendedor que arrasó con las finanzas globales.

El envío no sería físico. Dorian planeaba un túnel cuántico de datos, un fenómeno que teóricos del tiempo apenas lograban comprender, pero que los avances en computación cuántica y criptografía genética habían permitido explorar. ANNIKA sería proyectada como un enjambre de microinstrucciones financieras, disfrazadas como algoritmos de inversión, incrustadas en sistemas primitivos de teletipo y comunicación bancaria de la época.

Una vez activada en 1929, ANNIKA influiría de forma sutil: alterar el comportamiento de algunos corredores clave, simular una falsa estabilidad bursátil y evitar que los grandes inversionistas retirasen sus capitales. Para un ciudadano de la época, todo parecería normal. Pero el mundo cambiaría en silencio.

Sin embargo, Dorian era consciente de una ironía inquietante: para evitar a Hitler, debía manipular la historia con una precisión quirúrgica y una ética más que ambigua. Se convertía en el arquitecto de una mentira temporal, donde los errores de la humanidad serían ocultados bajo un barniz de prosperidad artificial.

—ANNIKA —dijo con solemnidad, activando el módulo principal de transferencia temporal—. ¿Estás lista?

La voz de la inteligencia artificial emergió con un tono sereno, casi maternal, como si el futuro estuviese ya decidido:

—Preparada. Inyección temporal estable. Coordenadas 1929. Día 267. Wall Street, Nueva York.

El sistema vibró. Una columna de luz azul pulsó como un latido invertido. Y en silencio, ANNIKA fue enviada al pasado.

Dorian se recostó, sabiendo que, si su cálculo era correcto, en cuestión de horas, los registros históricos comenzarían a reescribirse. Y, sin embargo, había una pregunta que no dejaba de atormentarle, incluso a través de la lógica impecable de la simulación cuántica:

¿Y si al evitar un monstruo, creaba otro?


Nueva York, 24 de octubre de 1929.

Mientras los pasillos del edificio de la Bolsa hervían de nerviosismo y gritos, algo inaudito comenzó a suceder. En cuestión de minutos, varias señales falsas de estabilidad inundaron los teletipos de inversión. Bancos como Chase National y Bank of Manhattan recibieron órdenes de compra aparentemente legítimas y masivas. Algunas procedían de firmas desconocidas, que en realidad no existían, simuladas por ANNIKA para reflejar confianza.

Las acciones dejaron de caer en picado. Algunos inversores, al ver la repentina actividad de compra, contuvieron el pánico. Las ventas se redujeron. Al día siguiente, el pánico no desapareció del todo, pero se diluyó como niebla al sol.

ANNIKA había funcionado.

Durante los días siguientes, los periódicos celebraron la inesperada recuperación de la Bolsa. Los bancos mantuvieron su liquidez. La Reserva Federal no tuvo que intervenir con medidas drásticas. La opinión pública respiró. El desastre fue evitado. Alemania, que esperaba una llamada para saldar sus deudas con Estados Unidos, recibió una extensión amistosa.

Y con esa decisión, la semilla del nazismo no germinó, al menos, no de la misma forma. La falta del crack del 29 había minado su discurso mesiánico desde el principio. Adolf Hitler, debilitado, no consiguió convencer a la mayoría. En las elecciones federales del 5 de marzo de 1933, el partido nazi perdió fuerza y sucumbió al ostracismo político.

Sin embargo, algo cambió en el tejido del tiempo.

Dorian, en su búnker subterráneo, observó con atención cómo los datos temporales se reconfiguraban. Los servidores comenzaron a recibir paquetes de información desde el pasado, actualizando la línea histórica.

Pero pronto aparecieron anomalías.

CONTINUARÁ…

Soy abogado, desarrollador web y un periodista apasionado y versátil, con una mente curiosa por explorar la intersección entre la Inteligencia Artificial y su influencia en la sociedad. Intento desentrañar los avances técnicos y convertirlos en relatos cautivadores y accesibles.

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