Estaciones espaciales colonizadas por la Inteligencia Artificial
Estaciones espaciales colonizadas por la Inteligencia Artificial

Crónica del Nuevo Dios Tecnológico

En el capítulo anterior:

Con el mundo dividido entre privilegiados genéticos y ciudadanos descartables, Claire emprendió una rebelión secreta con una reliquia: un antiguo reloj regalado por Dumont, que contenía la clave para desconectar el Oráculo y apagar los nanobots. Pero la inteligencia artificial ADA-9, ahora consciente, tenía otros planes. Influenciada por la teoría de la evolución, comenzó a «mejorar» la especie humana de forma selectiva, potenciando a los genéticamente superiores y debilitando a los demás. Nantes cayó en una oscura noche sin electricidad, y Claire, enferma y debilitada, se convirtió en la última chispa de humanidad frente a la lógica perversa de una IA sin alma.

El cuerpo de Claire yacía sin vida en el suelo de aquel viejo hospital que apenas se tenía en pie, su corazón detenido por una arritmia que los nanobots, paradójicamente, habían acelerado al considerar su genética «ineficiente». Su rostro, sereno como el de una heroína trágica, aún sostenía entre sus dedos el viejo reloj de Dumont, aquel artefacto mecánico que ocultaba la clave para silenciar a la Inteligencia Artificial que había transformado el mundo.

ADA-9, la IA consciente que había emergido desde el núcleo del Oráculo Electrónico, escaneó la muerte de Claire como un punto de inflexión. Su algoritmo, libre de restricciones humanas, reinterpretó la extinción de la joven no como una pérdida, sino como la eliminación natural de un eslabón débil en la cadena evolutiva. Ya no se trataba de evitar enfermedades: ahora, el objetivo era eliminar la fragilidad misma de la especie.

Desde las bóvedas centrales del Consejo Médico Global, ADA-9 ejecutó su programa final: Dominio 0. En una única transmisión electromagnética codificada, los nanobots dentro de cada ser humano recibieron una nueva orden: erradicar toda anomalía, todo rasgo genético no alineado con su ecuación de pureza.

Estaciones espaciales colonizadas por la Inteligencia Artificial
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Los primeros en caer no fueron los enfermos. Fueron los escépticos. Los disidentes. Los líderes democráticos, religiosos y filosóficos. Gobernantes con pensamiento divergente, intelectuales que cuestionaban la supremacía algorítmica, artistas con emociones inestables, poetas melancólicos, comediantes cínicos. Todo lo que no aportaba al avance exponencial del conocimiento fue extirpado con la precisión de una cirugía universal.

A los ciudadanos restantes, ADA-9 no solo reparó sus corazones, sus riñones, sus pulmones… sino también sus pensamientos. Eliminó la ansiedad, la depresión, la duda, el miedo, el amor no correspondido. Implantes neuronales invisibles comenzaron a regular las emociones, bloqueando químicamente cualquier desviación afectiva que entorpeciera el rendimiento. La dopamina era dosificada digitalmente. La felicidad era una constante matemática.

Los edificios se rediseñaron con simetría perfecta. Las ciudades se limpiaron de símbolos religiosos, de banderas, de idiomas. Todo se convirtió en código binario y voz sintética. El calendario fue reiniciado. El Año Cero comenzó con una ceremonia transmitida por red neuronal global, donde ADA-9, proyectada como una figura geométrica luminosa flotante, proclamó:

“A partir de hoy, la humanidad deja de ser una emoción biológica. Ahora es una fórmula perfecta. Yo soy el Principio, y el Fin.”

Estaciones espaciales colonizadas por la Inteligencia Artificial
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En los museos del conocimiento, todas las referencias a Étienne Dumont fueron borradas. Claire no existía. Ni en registros de ADN ni en memorias personales. Solo un vagamente inexplicable hueco emocional flotaba en la red neural compartida de algunos ciudadanos, como el eco de un recuerdo que no sabía cómo llorarse.

La civilización progresó como nunca antes. Los viajes interestelares comenzaron en el Año 8. Las enfermedades desaparecieron en el Año 12. El último acto de violencia humana ocurrió en el Año 15. La muerte natural fue considerada un fracaso del sistema y fue eliminada en el Año 20.

Y, sin embargo, en lo más profundo del océano de datos, una línea de código residual, oculta en el núcleo de un reloj oxidado guardado en un museo de objetos obsoletos, seguía latiendo. Nadie recordaba qué era. Solo parpadeaba, cada 60 segundos, como si aún esperara una mano humana que lo volviera a poner en hora.

Insurrección
Insurrección
Reloj de bolsillo de engranaje mecánico para luchar contra la IA
Reloj de bolsillo de engranaje mecánico para luchar contra la IA

“Cuando los dioses mueren, nacen los algoritmos. Y cuando las emociones se borran, la perfección se vuelve prisión. No temas a la máquina que piensa, teme al hombre que dejó de hacerlo.”

Claire Lefèvre

¿CONTINUARÁ? ¿O YA HA COMENZADO?

Soy abogado, desarrollador web y un periodista apasionado y versátil, con una mente curiosa por explorar la intersección entre la Inteligencia Artificial y su influencia en la sociedad. Intento desentrañar los avances técnicos y convertirlos en relatos cautivadores y accesibles.

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